Archive for July 2011

Disconnect to Connect


posted by Athenea

No comments

Me mandaron por correo esta publicidad de una empresa Tailandesa líder en telefonía móvil, supuestamente.  Yo la verdad no entiendo qué dicen cuando hablan (para eso sería muy bueno contar con la traducción de Nat), pero entiendo clarititito el mensaje.

Y es que la vida es aquello que pasa mientras escribo este post, mientras tu lo lees, mientras revisamos mail o nos conectamos a la virtualidad.
La vida es lo que pasa cuando en vez de mirar el atardecer con nuestros ojos, vemos en el pc un .ppt con fotos de atardeceres.  La vida es lo que pasa cuando estamos pendientes de Facebook y Twitter, mientras dejamos al que camina a nuestro lado con la palabra en la boca.

Aquí les comparto, para que se desconecten para conectarse.

Abrazos =)

No strings attached


posted by Athenea

1 comment

De amigos con derechos y otras practicidades (léase: "cosas prácticas").

Ahorita me vi la película que le hace honor al nombre del post, y me fui para el gym a pensar (sin saberlo) en plena clase de rumba.  Pensando, al ritmo de reggaetón, samba, merengue y hasta champeta, en las relaciones humanas (y en que compré mis tennis nuevos una talla más grande y me toca ir a cambiarlos) y sus derivados.

Labels. Etiquetas. Nombres. Llamamientos. Nombramientos.

Como los quieran llamar.  Es manía humana el ir poniéndole un nombre a todo, bien sea para poder "identificarlo" o para identificarlo.  Las relaciones hacen parte de la naturaleza humana, y pues, oooobviooo (léase cantado) no se iban a salvar de llevar un nombre.

Yo no soy la que más experiencia tiene en esto del "amor" ni mucho menos en aquello de las "relaciones".  Desde el colegio me consideré como Daria: apática, escéptica, valeverguista y hacía my best para intentar esconder o apagar a la romántica empedernida que llevo dentro, esa que soñaba (ejem) con príncipes azules, y hadas y maricadas de esas.

Sin embargo, luego de unas cuantas (no voy a decir cuántas, porque ya me fue mal siendo totalmente honesta antes) de esas "relaciones", con y sin sus comillas, llegué a la conclusión que, o soy yo la extraña-rara-loca, o definitivamente los labels se cagan todo. Sorry.

Y es que vamos a pensarlo, a ver.

Uno conoce a un niño, le cae bien o le gusta de una. Y digamos que si uno tiene suerte, también viceversa.  Y entonces uno cruza un par de palabras con él y bueno, ya nos hizo reír. Punto para el niño.  Le damos el teléfono, o el mail en estos casos, o el pin del bb, y empezamos a hablar. Lo vemos conectado, nos emocionamos y hablamos por horas enteras.  Trasnochamos hablando con él, y cuando la vida real nos llama para salir y dejar abandonada la pantalla o la línea telefónica, lo extrañamos. Venga, que a todas nos ha pasado.

Empezamos a salir con él, tal vez primero con algunos amigos extra, como para mirar cómo es la vuelta.  Un día nos invita a salir (a la "americana" o no), y le aceptamos la salida.  Nos ponemos lindas, nos emocionamos, buscamos el vestido más lindo (ni muy corto ni muy largo, ni muy transparente ni muy oscuro, ni muy revelador ni muy monjita, que le vaya a los tacones y al bolso, que le haga juego con las sombras de los ojos, y obvio, con el perfume), y nos hacemos las "locas", como si tooodo el tiempo nos viéramos así de divinas. Osea.

La primera salida es un éxito, nos tomamos alguito, nos reímos algo más, deli.  Luego otra, y otra y otra, y cuando menos lo pensamos tienen la delicadeza de preguntar que qué somos, o en el peor de los casos, nos presentan como sus novias -y de paso nos enteramos que lo somos-.  Osea.

Pasa el tiempo, y eventualmente, porque vamos, ya no estamos en la época de nuestros padres/abuelos, las cosas se tornan feas y aburridas, y estar juntos empieza a pesar, y qué jartera vernos, y qué jartera salir, y qué jartera el sexo, y qué jartera esto y qué jartera lo otro.

A lo que iba: el label.

¿En qué momento de la relación se pierde la espontaneidad de la amistad, la camaradería, la frescura, la independencia? ¿Cuándo, sin darnos cuenta, empezamos a ser un espejo del otro, un miembro del otro, una extensión del otro? ¿Por qué, en un lapso de tiempo más corto que largo, las cosas se apagan mientras que en la amistad pasan años y años y años y sólo crece y crece y crece?

Venga, no me digan que es que no he encontrado al amor de mi vida, que no me ha caído un polvito mágico (de esos de las hadas, no sean mal pensados), u otro embuste rosa. Come on.

Luego de pensarlo, al tiempo que sentía que los tennis en efecto son una talla más de lo que deberían, me di cuenta que a estas alturas del paseo estoy intentando de nuevo -no sé si con éxito o no- el ahogar y apagar a esa romanticona empedernida que aún espera un príncipe (pero ya no uno azul, sino uno como el Prince of Persia, así, igualito... uuuffff), un carruaje, rosas rojas y chocolates.... y maricadas de esas.

Sí, bueno, me quedaré esperando.

A estas alturas del paseo es más práctico, como dije antes en algún post, quedarse uno "solo".  Entre comillas, porque uno puede conseguirse un amigo "solo" (entre comillas), con quien no se vaya a pasar de la raya (en términos emocionales), pero con quien se crucen todas las otras fronteras.  Digo.

Como lo que tenían los de la película.  Amigos, sin celos, sin llamadas, sin apodos empalagosos, sin regalos de amor y amistad, sin detalles, sin apegos, sin obligaciones emocionales, sin nada de eso que apaga las relaciones.  Amigos, de salidas, de risas, de bailes, de encantos, de cuentos, de chismes, de historias, de trasnochadas, de madrugones, de paseos, de viajes, de polvos.

Y bueno, el que se enamore pierde. A no ser que se enamoren los dos. Pero eso nunca pasa. Sólo en las películas. Como esa que me vi. Osea.

Así que nada, que si me preguntan, en este momento de mi vida prefiero mil veces no ponerle un label a nada, y andar mejor con un amigo con derechos. No strings attached, y que la vida me sorprenda.  No sería la primera vez.

Y es que el label implica obligaciones morales, éticas, sociales, emocionales, sexuales y otras cosas más que vienen implícitas.  Implica restricciones, implica cerrar círculos, implica limitaciones, implica fronteras.  Implica muchas cosas para las que en teoría todos los adultos estamos preparados; pero para las que realmente están preparados las personas maduras, y todos sabemos -todos- que son realmente pocos los adultos maduros.

Es probable que yo no esté siendo -o actuando- con mucha madurez al escribir esto; pero qué más da.  Si he intentado relaciones cortas, largas, casuales, abiertas, a escondidas, gritadas, a distancia, muy cerquita, de años, de días, y ninguna -ninguna- ha funcionado.... ¿por qué no darle un shot a algo práctico, descomplicado y libre?

El que se enamore pierde. Porque enseguida pone el label. Y el label mata todo.

Así como la Coca-Cola mata al tinto. Así.

¿Libertad?


posted by Athenea

No comments

Los que me conocen dicen que soy animalista.  Ese es un término que usamos en Twitter para definir entre comillas a las personas amantes de los animales, las que los queremos y los consentimos y los cuidamos y luchamos por ellos y su bienestar.

Ahora estando en el centro de la ciudad, me he encontrado mucho con pajaritos que cantan preciosísimo, encerrados todo el día en una jaula minúscula para su tamaño, en donde no pueden casi ni brincar de un lado a otro porque no tienen para donde.

Me he encontrado con perritos y perritas de ojos dulces, que te miran mientras comes o tomas agua en espera de que te compadezcas de ellos y les compartas algo.  Los he visto tomar el agua sucia de pescado, llantas de carro, lluvia y zapatos de todas partes, esos charquitos que quedan entre los miles de huecos de las calles de allá.

Me he encontrado con gatos bebés y gatos más grandecitos, flacuchentos y muertos de miedo porque los alzan por la cola o por una oreja. Una oreja, todo el gato.  Se acercan y maúllan, con un sonido que al menos a mí me conmueve el alma, y me miran con cara de física hambre.

Me ha tocado resistirme a darles comida o agua, porque no tengo dónde o cómo o qué darles.  No tengo encima un tazón en donde ponerles alguito, y aún si tuviese, no hay espacio para que coman o beban tranquilos ni por un instante.  Viven corriendo, casi literalmente, entre el mundo de la gente en ebullición y los carros que no se detienen ante nadie ni ante nada.   Viven empujados, arrastrados, menospreciados.  La gente les pasa por encima, les pega sin intención o con intención, los empuja, los pisa.  El ruido no los deja dormir, los carros no los dejan cruzar, las carretillas les pisan las patitas y luego no pueden caminar. Es triste verlo.

Hablando con el dueño de uno de los pajaritos, le preguntaba que por qué no le conseguía una jaula algo más grande, si lo iba a tener encerrado toda su vida, porque en la que estaba no podía ni estirar las alitas.   Me contestó que para qué el pajarito necesitaba estirar las alas, si lo único que tenía que hacer era cantar.  Él no tenía que volar porque no tenía que ir a buscar comida, ni hacer un nido, ni buscar pareja.  Él no tenía que volar porque no tenía que buscar agua, o evitar gavilanes, ni empollar huevos.

Me dijo que si a él lo metían en una jaula así de pequeña, pero garantizándole el agua y la comida, sería feliz.  Me quedé mirándolo con cara de incredulidad, dudando con toda certeza de lo que acababa de decir.  Pero luego, pensé que nuestra vida en esta vida, valga la redundancia, es como la vida de ese pequeño pájaro en una jaula aún más pequeña.

Estamos enjaulados en nuestras ciudades de cemento, no solemos ir más allá de donde finalizan las carreteras.  Estamos enjaulados en nuestros mundos virtuales, contándole a desconocidos en Twitter cómo nos sentimos, mintiéndole a los conocidos en Facebook sobre nuestra realidad, exagerando nuestros potenciales en LinkedIn, y sin ser capaces de alzar la cabeza de nuestro Blackberry inclusive cuando estamos reunidos con amigos o familiares.

Estamos enjaulados en los parámetros de la sociedad, esos que dicen que puedes o debes hacer tal o cual cosa.  Que se ve bien que vistas o hables de tal forma, que se ve mal que vayas por el mundo haciendo lo que te da la gana.

Estamos enjaulados incluso en nuestros países, porque al menos para los colombianos salir del país implica pedir permiso y demostrar que uno no tiene ni media razón ni medio pensamiento para quedarse allá.  Porque para ellos -y para nosotros, a quién engañamos- nuestro país es poca cosa.

Estamos enjaulados en nuestros paradigmas y modelos de pensamiento, en nuestras experiencias pasadas y en nuestra historia familiar.  Estamos enjaulados en un paréntesis de vida, enmarcado entre la no existencia y la muerte.  Estamos enjaulados en un planeta completo, precioso, hermoso y autosostenible; pero enjaulados en un universo desierto.

No, no es negativismo.  Es que si tuviéramos la necesidad imperativa de hacer algo por nuestras mentes para no darnos cuenta que estamos enjaulados, seguramente nos inventaríamos una sociedad como la que ya tenemos, con guerras como las que ya tuvimos, con ideales como los que aspiramos tener.

Porque incluso, seguramente si le dieran a escoger al pajarito entre estar toda su vida enjaulado sin hacer nada pero teniendo agua y comida, o estar en una jaula más grande pero luchando el agua y la comida, seguro seguro y por mero funcionamiento y salubridad de la psiquis, escogería salir a lucharla.

¿Quién nos dice a nosotros que no estamos peor que el pajarito?  ¿Que no nos enjaulamos nosotros mismos bajo normas sociales y fartedades por el estilo?

Es solamente una mera ilusión de libertad.

Downtown


posted by Athenea

3 comments

Aclaración: Las imágenes no son mías. Son todas tomadas de Internet.

Digamos que en términos de lo que hablamos en mi ciudad, yo soy una niña "puppy".

El término "puppy" no quiere decir ni tiene nada que ver con lo que en inglés se llama "cachorro", sino con una persona que es de clase media- alta (o alta), que tiene dinero y que no tiene mucho contacto con las cosas que hacen que el "pueblo" sea "pueblo".

Ojo que no hablo en términos despectivos, eh, es sólo a modo de introducción.

La cuestión es que por estos días, y por cuestiones laborales, me la paso metida TODO EL DÍA en el centro histórico de mi ciudad.

A ver.  En cualquier ciudad normal del mundo, el centro histórico tiene plazas, espacios amplios, seguros, lugares donde sentarse a tomar un café o un coctelito y más lugares para caminar, tomar fotos y pasear un rato.  El downtown suele estar lleno de historia, ser un lugar decente, ordenado, limpio, bonito y pulcro, en donde la gente se reúne a pasar un rato agradable alrededor de edificios históricos y cosas por el estilo.

Eso, en cualquier ciudad normal del mundo. Pues vamos, que mi ciudad no es tan normal, y no, no uso términos despectivos.

El downtown -o centro- de mi ciudad, sí, es lindo, sí, tiene edificios históricos, sí, tiene plazas, sí. Como cualquier downtown de cualquier ciudad del mundo. Pero no.

Este es el Paseo de Bolívar (una parte de él), y es de las pocas "plazas" que hay en la ciudad. Al menos ahora está limpia y cuidada. Antes no era así.

El centro de mi ciudad está lleno, pero lleno a rebosar, de vendedores ambulantes, de gente que camina en un "agáchate y coge" o en inglés "pick your own" (pero nada parecido al concepto inglés), de vendedores que ocupan el andén y que no te dejan caminar, de otros que ocupan la calle y no dejan a los carros transitar, y de muchas cosas más.

A esto me refiero, vendedores en el andén, vendedores en la calle, en un "agáchate y coge".

Las calles sucias y mojadas, porque la gente bota todo ahí mismo.  El que hace limonadas deja las cáscaras de los limones en el piso. El que vende los pescados bota el agua con la que los "lava" ahí en la calle, y de malas para quien pasa por ahí en ese momento, si le cayó en los pies, nada que hacer.  El que compra dulces tira el papelito en la calle porque un papelito más no hace más basura, y así sucesivamente.

Eso, sin contar el mal olor del pescado, la bulla del picó (pick up mal pronunciado) con su música a todo volumen, uno tras otro con canciones diferentes, el escándalo del que va vendiendo loterías, la gritería del que se pelea con el otro para que le rebajen unos pesos, y el calor. Infinito, desgastante, desgraciado calor.

Esto es un picó (pick up).  Se imaginarán los decibeles que alcanza. Sí, tal cual. Un montón juntos.

Sí, mi ciudad es caliente, he vivido aquí casi toda mi vida y estoy acostumbrada; pero es que en el centro -realmente, literalmente-, hace muchísimo más calor. Muchísimo más.

Yo no soy de las personas que suele ir al centro a comprar nada, aunque existe un pajazo mental entre los ciudadanos de que allá todo es más barato.  No me gusta el sitio, no me gusta el desorden, no me gusta el calor, y menos todo eso junto.

Sin embargo, por cuestiones laborales, estoy allá metida, y he visto otra cara, que es lo que les vengo a contar.

Una cosa es lo que uno poco puede ver cuando va caminando con la cabeza enterrada en el piso (para evitar que los atracadores te vean la cara de perdido que llevas y te persigan), con el bolso entre las manos, bien apretado en el pecho (para que no te roben cuando te toca pasar entre más de cinco personas juntas), y corriendo.

Otra cosa, y MUY diferente, es lo que uno ve cuando uno se sienta con los vendedores, habla con ellos y observa con detenimiento cómo es la dinámica de su día a día.  Una cosa es ser uno el que va corriendo con la cabeza agachada y la mirada enterrada en el piso, y otra cosa es ver a ese que va así como suele ir uno (y encima, reírse de él)....

He tenido la oportunidad de sentarme a hablar con ellos, de caminar entre ellos sintiéndome "segura" (es probable que tenga una falsa, muy falsa sensación de seguridad), con tiempo para observar qué es lo que venden realmente, preguntarles cuánto les queda de ganancia en esas más de 14 o 16 horas diarias que trabajan con ese calor.

He tenido la oportunidad de ver cómo es el proceso de compra y venta, y me he sorprendido muy gratamente al ver que son personas amables, muy muy amables.  No me dejan comprar casi nada. Me han regalado de las limonadas que hacen (las cuales, obviamente, aunque sean hechas con agua de yo-no-sé-dónde, me tengo que tomar en nombre de Dios), de los fritos que venden, de la mercancía que llevan.

Son personas llenas de cortesía, y que trabajan únicamente en eso.  Me he llevado otra imagen del centro, aunque sigue sin gustarme y sigo sin ubicarme.  Son personas que trabajan muchísimas horas, todos los siete días de la semana, de sol a sol casi literalmente, con una rutina inclemente.

Al llegar, madrugados, abren y sacan la mercancía, organizan la exhibición, acomodan las cosas y las vigilan.  En la noche, hacen el proceso a la inversa, y así, todos los días de sus vidas. Todos.
Aguantan calor, malas caras, atracos, policías y gente grosera.  Aguantan sed y hambre, aguantan lluvia y arroyos, aguantan el sol inclemente, aguantan el mal olor y la bulla. Se aguantan entre ellos mismos.

A ellos, mi admiración y respeto.  Son personas cordiales, atentas, amables.  Son personas que hacen lo mejor para su familia todos los días, aunque no tengan tiempo para verlos.  Son personas a las que un poco de educación les haría muchísimo bien, así como un poco más de entendimiento y comprensión por parte de las autoridades de la ciudad.

Sí, el centro de mi ciudad puede que sea feo, que huela horrible y que esté desordenado; pero para mi sorpresa, está lleno de gente que en medio de todo, hace su mejor esfuerzo para sobrevivir, sin robar, atracar o traficar droga.  Hacen lo que pueden con lo que tienen, aunque nos invadan el espacio y no nos dejen caminar.

Y en esas ando. En el centro. Conociendo, aprendiendo, mirando otras caras de la moneda de la vida, que más que moneda, ya me parece un cubo.