Soy de esas personas que siempre ha sido etiquetada con adjetivos no muy positivos o por lo menos poco apreciados. Me refiero a que desde pequeña me han dicho que soy: farta (entiéndase por gomela, creída, fresa, pija), engreída, grosera, antipática, repelente y demás sinónimos.
A medida que he ido creciendo, me he encontrado por la vida con personas muy parecidas a mi en ese sentido, personas que normalmente son calificadas en público y en privado como groseras, altaneras, antipáticas y repelentes. Freud diría que uno busca en el mundo lo que uno es, pero a mi me gusta pensar que es casualidad.
Hoy me tocó ver llorar a una compañera de trabajo que es como yo pero 5 años más joven. Mi yo de hace 5 años no estaba en un medio ambiente laboral, pero creo que esa hubiera sido yo perfectamente. Las personas con las que trabaja, que se supone que la conocen, le dijeron en público que era una grosera, y ella, obvio, se resintió tanto que les dijo que si pensaban así entonces ella iba a empezar a darles la razón y a ser grosera.
Y ese es el punto. Ella es como yo. Y yo no soy grosera, ni antipática, ni creída, ni repelente, ni altanera. O al menos no me considero así.
Luego de darle vueltas por muchos años, creo que hago (hacemos) parte de un (no sé qué tan grande) grupo de personas que somos emocionalmente más fuertes, más toscas, más rudas o más prácticas de lo normal. En español me toca usar varias palabras para expresarlo, en inglés puedo sencillamente usar la palabra tough porque no es que seamos particularmente strong, sino tough.
Tal vez seamos así porque solemos apegarnos demasiado a las personas. Y las personas entran y salen, vienen y se van, cambian con la brisa, siguen su camino, y uno se queda tal vez como un tonto apegado a algo que ya no es más.
Tal vez seamos así porque somos demasiado sensibles, y el mundo castiga a los que sienten y piensan por los demás al no prestarles atención y al tratarlos mal; entonces para qué mostrarlo si podemos hacernos ver como tough people.
Tal vez seamos así porque sencillamente aprendimos a quitarle las arandelas y los adornos a la vida, esas pequeñas maricaditas que para (aparentemente) el 99% de la humanidad son demasiado significativas, pero que para nosotros ni quitan ni ponen, entonces para qué.
Tal vez seamos así porque aprendimos a ver más allá de lo evidente (como Leon-O de los Thunder Cats) y nos damos cuenta de cuáles son las reales intenciones y pensamientos de las personas, y no somos capaces de disimular tan bien como los otros (bien sea siendo hipócritas o siendo diplomáticos, que viene siendo lo mismo al fin y al cabo).
Tal vez seamos así porque somos de los que preferimos que nos digan las cosas en la cara, como son, sin anestesia. Porque nos dimos cuenta que decir las cosas maquilladas no hace sino empeorar las cosas.
Tal vez seamos así porque no nos gusta que nos mientan, que nos disimulen, que le digan vino al pan y pan al vino, que nos vean la cara de bobos. Porque de todas formas ya lo sabíamos, esperamos que por lo menos sean lo suficientemente valientes para decirlo.
Tal vez seamos así porque pensamos que la vida puede ser más fácil, más descomplicada, más ligera... si tan sólo fuéramos todos un poco más honestos tanto con nosotros mismos como con los demás.
Pero bueno, que al cabo eso nadie lo ve, o por lo menos a nadie le importa.
Ella es como yo. Es una persona maravillosa, que piensa en los demás, que hace más de lo que debe, que trabaja incansablemente, que tiene sueños más grandes que pasar la vida frente a un escritorio y gustos más finos que unos zapatos de tacón. Es una persona que le gusta rodearse de gente inteligente e interesante, y no sólo de mujeres que hablan de moda y de hombres que hablan de carros. Es una mujer independiente, libre, viajera, que gusta de la fotografía, de la lectura, de la paz, de las risas, los helados y los amigos. Es una mujer con la que puedes sostener una conversación sobre política, sobre religión, sobre culturas, sobre autores, y no sólo sobre el actor del momento, o de la marca de leche del bebé, o del esmalte de moda.
Ella es como yo. Y como yo, es duramente juzgada. Lo que nos diferencia a personas así del resto de personas normales es que aprendimos a que nuestra valía la definimos nosotras mismas, y no lo que digan los demás. Es decir, que si nos dicen que somos groseras, engreídas, antipáticas o demás, sólo nos duele si viene de personas a las que conocemos y a las que apreciamos. El resto de la gente puede decir misa y nos resbala, pero no porque no nos importe, sino porque no nos afecta. Porque para que nos humillen hace falta que nosotras mismas pensemos que eso que nos dicen es cierto... y no sólo que nos lo digan.
El error que cometemos normalmente, constantemente, diariamente, es pensar que el resto de la gente es igual que nosotras. Es pensar que el resto de las personas también se definen a sí mismas por lo que ellas piensen de sí y no sobre los comentarios de afuera. Es pensar que los demás también esperan que no les mientan en la cara ni que les digan las cosas con maripositas y moños de colores. Es pensar que los demás, como nosotras, valoran el hecho de que nos digan las cosas de frente y que le digamos pan al pan y vino al vino.
Pero no. La gente normal no es así.
Ella, con 5 años menos, tiene todavía que recorrer el camino que yo ya caminé. Y yo, con 15 años menos que otra compañera que es como yo, aún tengo que recorrer lo que ella ya ha caminado.
Y no, no somos groseras. Ni antipáticas. Ni creídas. Y créannos.... no nos quieren ver siendo así. Si siendo "buena gente" ya no nos quieren, cuánto menos nos querrán si realmente somos malas personas. Y podemos serlo. Y mucho.
Lo que pasa es que somos anormales. No somos como el resto.
We are different.
And as different, we are judged.
Archive for November 2015
posted by Athenea