Zapatos Biodegradables


posted by Athenea

2 comments

O el día en que se me deshicieron los zapatos.

Primera vez en mi historia que se me deshacen, literalmente deshechos, un par de zapatos.  O bueno, técnicamente fue UN zapato solito, pero a ver qué hace uno con un zapato bueno y el otro malo.

Empezaré por el principio.

Tenía viaje por el proyecto que estamos entregando hacia otra ciudad.  Nos íbamos a encontrar con muchas personas que habían hecho parte del proyecto, eran varias reuniones de socialización.  Todos jefes de división, jefes de departamento.

Me vestí totalmente de blanco. Me puse mis zapatotas blancas, esas plataformas divinas y enormes que solamente me había puesto dos o tres veces.  Caminé por toda la casa antes de irme, bajé y me subí al carro que nos llevaría.  Llegamos a donde íbamos unas cuantas horas después, y mis compañeros de viaje notaron mi "exceso de altura".  Les mostré mis zapatos, orgullosa, divinos, en perfecto estado.

Esperamos de pie en la puerta de la compañía a que nos hicieran registro, mientras hablábamos de mis zapatos.  Pasamos la puerta de seguridad y caminamos unos qué se yo... veinte metros, tal vez.

Pisé grama, pisé un charquito con lodo, pisé de nuevo el cemento.  Cuando pisé, sentí un vacío.  Se me hizo raro, pero di dos pasos más.  Sentí un vacío más grande, como si estuviera caminando sobre almohadas con el pie izquierdo, y sobre mi zapato, con el pie derecho.

Me detuve.

Venía un empleado de la planta y me dijo "Sí, se te partió el zapato".

Wait. A. Minute.
WHAAAAAAAAAT?????

Alcé tímidamente mi piececito, y miré la plataforma.
Partida en tres.
El tacón (la parte de atrás de la plataforma) deshaciéndose.

Wait. A. Minute.

Aún no había llegado a la puerta de las oficinas.
¿Cómo iba a llegar?

Di dos pasos más.
Quedaban tras de mi rastros de la plataforma. Cada vez más grandes.

Me detuve de nuevo, me reí casi histéricamente.
Obviamente, los que iban conmigo se dieron cuenta de lo que estaba pasando desde que el empleado aquel dijo "Sí, se te partió el zapato".

Muertos todos de la risa, me miraban caminar como quien pisa sobre cáscaras de huevo, y miraban el rastro que iba dejando mi zapatito, el pobre que creía que estaba en el cuento de Hansel y Gretel.

Qué vergüenza.
Qué risa.

No tenía más sino seguir caminando.
Caminaba len-ta-men-te.
Un paso. Me detenía. Otro paso. Me detenía.
Y así, hasta que llegué a la recepción.

Saludé de lejos, y me dirigí rápidamente (a riesgo de quedar con un pie en el aire y el otro en el suelo) hacia la sala de juntas.
La sala de juntas.
Paredes de vidrio.
El zapato partido.

¿Ya ven cómo quedó? Y esto sólo el principio.  Del tacón partido no quedó NADA. ¡¡NA-DA!!


Qué vergüenza.
Qué risa.

El personal de la compañía me preguntó que por qué no salía a saludar, les dije que tenía un incidente con los zapatos.

¿Qué iba a hacer?
¿De dónde sacaba un par de zapatos nuevos?

Llega la asistente y me dice que las reuniones no son en esa sala, sino en Almacén, que está unos cuantos cincuenta metros más allá, dos pisos más arriba.

Wait. A. Minute.

Muertas de la risa las dos, me ofrece unas botas de esas que usan los empleados en producción.  Me preguntó mi talla y me las trajo.
Me consiguió unas medias cualquier cuatro tallas más grandes, y su talón me quedaba casi a media pierna.

Con las medias arrugadas y súper estiradas, me puse las botas y fui a saludar.

Pasé de mis hermosos zapatos a estas botas café.  Menos mal tenía un pantalón algo ancho que cubría la base.  ¡Di-vi-na! ;)


Trajeron al carpintero de la compañía, vio los zapatos y dijo "Eso mejor bótenlo a la basura"

¡¡¡Qué risa!!!

Pedí una bolsa, y se llevaron las sandalias.  A partir de ese momento andaba "corporativa" y embotada (en botas, sí, yo sé que probablemente así no se diga, no me importa).

Divina yo, toda de blanco y las botas.

Me escabullí un ratito al baño (¿dónde más encuentra uno un espejo en una oficina?) y me tomé la foto. Heme ahí, embotada. 


Salíamos a caminar, a almorzar, a la sala de reuniones y todo el mundo me miraba, llegaba hasta las botas, subía de nuevo la mirada y se reía. Y yo me reía con ellos de vuelta ;)

De vuelta a casa, los zapatos seguían siendo tema de conversación.  Íbamos todos en el carro riéndonos de cómo se habían deshecho los zapatos, como cuando aplastas una galleta y te quedan solamente las migas.  Así.

Dos días después el resto de mis compañeros volvieron a la empresa.  Uno de ellos me escribió un mail contándome que en la sala de juntas aún había restos de mis zapatos en el suelo..... ¡¡¡que en esa empresa al parecer barrían día de por medio!!!

Y esa es la historia del día que supe lo que es un zapato biodegradable.
La historia del día en que se me deshizo el zapato.

Qué vergüenza.
Qué risa.

That's just me.

2 comments

Leave a Reply

¿Cuál es tu historia?