El finísimo arte de montar en bus


posted by Athenea

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Si vives en donde vivo, si sudas con el calor que hace, si sientes como te quema la piel el sol mientras esperas en la esquina, si te asomas hacia el bus antes de subirte para ver si cabes (y en qué mínimo huequito), si le preguntas al conductor si tiene vuelto para un billete "grande", y si pasa relativamente cerca del sitio a donde vas, entonces sabes de lo que hablaré.

Durante 5 años, más el año extra de la especialización, más un año y medio por cuestiones laborales, cogí bus desde mi casa hacia la universidad y viceversa.  Un bus por trayecto, un trayecto relativamente corto, un bus relativamente vacío (a no ser que fueran las 12.30 del medio día o las 6.30 de la tarde), con gente relativamente bien, a horas en las que no hay casi tráfico. O no había. O no lo sentía. O whatever.

Sin embargo, desde enero todos los días cojo dos buses, uno "pequeño" en un trayecto de media hora, y otro intermunicipal en un trayecto de otra media hora.  De ida.  De venida, es uno intermunicipal en un trayecto de casi una hora, y uno urbano con un trayecto de más de media hora.

En total, duro unas 2 horas y media en 4 buses, todos los días. Y digamos que he aprendido bastante.

Yo pensé que sabía coger un bus.  Claro.  Me pongo en la esquina, espero, saco la mano, me subo como pueda, pago como pueda, camino como pueda, me siento en donde pueda (si puedo), me bajo lo más cerca del sitio a donde voy. Y repita.

Pero no.  Luego de estos tres meses de intenso tráfico buséfalo (es que si digo busefálico suena bien mal; además que no sé cómo se dice) me he dado cuenta que no, que yo tenía una ligera "noción" de cómo se coge un bus.  Veamos:

Para empezar, la gente busca el lado con sombra.  Es intuitivo, pero no lo notas hasta que te das cuenta. O hasta que llevas una hora aguantando sol.

Luego, la gente se hace del lado de la ventana.  Cuando iba a la universidad, me dijeron que de ese lado era más peligroso, así que a no ser que fuera compartiendo silla con alguien conocido, JAMÁS me hacía del lado de la ventana.  A la fuerza, literalmente, comprendí por qué: la gente se acumula en el pasillo, y el que va del lado del pasillo (valga la redundancia) se tiene que aguantar que lo aprieten, que le den carterazos, codazos, pisotones, golpes y que le restrieguen algunas cosas bien desagradables.  Así que ajá, a fuerza de golpes, ahora procuro hacerme del lado de la ventana.

La gente casi nunca se sienta en los primeros puestos de un bus.  Esto aún no lo he entendido, porque a mi parecer son más prácticos, sobre todo si vas en busetita que no tiene salida por detrás, y tienes que avisarle al conductor dónde te vas a bajar.  Si es un bus grande, pues intentamos todos ubicarnos lo más cercano a la salida posible.

Cuando el bus va lleno, la gente se acumula en la entrada o en la salida.  Por alguna extraña razón, cogen un puesto en el que se agarren lo mejor que puedan y de ahí no se mueven.  Los que van entrando se apretujan como sardinas en lata al comienzo o al final del vehículo, mientras que dejan espacios vacíos en el medio que pueden aprovechar para ir más cómodos; pero nadie se acomoda.  Eso tampoco lo entiendo del todo todavía.

Caballeros sí hay, lo que no hay es puestos.  Esto es algo que a veces no me importa; pero a veces sí.  No por mí, pero sí por mujeres embarazadas o que van con niños.  Les toca a las pobres hacer como arañas y sacar brazos y fuerzas de donde no tienen para subirse, agarrarse y no dejar caer ni a los niños ni a las cosas, pagar y repetir y mantenerse en el proceso hasta que llega la hora de bajarse.

Los últimos puestos en ocuparse son los que están "sobre" las llantas o en los vidrios continuos de las salidas de emergencia.  Por alguna extraña razón, de manera inconsciente busco y prefiero esos puestos, con la ventaja de que solamente se sienta alguien ahí cuando no hay más donde sentarse en el bus.  Hay gente incluso que prefiere ir de pie.  Y yo feliz.

Es una tortura ir en un bus y no tener tus audífonos y tu propia música.  En las mañanas es más tolerable porque escuchan noticias y ajá, uno se pone al día.  Pero el resto de la jornada, o te pones los audífonos o te aguantas a los dj's de las emisoras hablando babosadas, o musiquita de taberna a todo timbal, o propagandas y miles de millones de propagandas.  Además, es probable que el de al lado te meta conversación.

Por sensación de "seguridad" o por "afinidad", las mujeres solemos sentarnos en puestos vacíos o en puestos donde ya haya una mujer.  Eso, generalmente.

Es "regla de cortesía" que cada uno se siente en un puesto vacío si el bus lo permite.  Si hay varios puestos dobles vacíos, siempre se mira raro al extraño que se acaba de sentar al lado de uno, como queriéndole preguntar que por qué te invade tu "espacio personal" y no va a sentarse solo, solito, puallá.

Hay gente que no se sabe sentar.  Flacos y flacas que se sientan torcidos y te clavan el codo en la cintura.  Gordos que se escurren desparramados en la silla y que parece que ni el bus mismo les alcanzara.  O gente que se sienta bien, pero que empieza a hurgar en los bolsos y termina uno con un codazo en la mejilla.  De lo peorcito.

Esto es Macondo, mi gente.  Y dónde más se ve reflejado Macondo que en sus plazas de mercado y en sus medios de transporte.  En aquellos sitios en donde la gente es pero deja de ser por un ratito, para acomodarse a los demás sin salir violado en el proceso.

Todo eso que dije no lo sabía, a pesar que duré muchos años largos cogiendo bus.  Aparentemente no era ni tanto ni tan seguido como ahora.

He descrito el finísimo arte de montar en bus aquí, en Macondo.  Welcome.

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