Sr. Empleador


posted by Athenea

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Abril 10 de 2012
La ciudad

Queridos empleadores

Me dirijo a ustedes, a todos ustedes, por este medio porque sé que no debo decírselos a la cara, y menos mirándolos a los ojos.  No porque no sea capaz, sino porque para ustedes no significará nada.

Son las 2.45 p.m., y estoy sentada en la silla de mi "oficina" (debería decir "puesto de trabajo"), como Dios manda.  O mejor dicho: como manda el reglamento de trabajo que ustedes se inventaron.

He sido independiente, me he sentado en salas de juntas de importantes empresas rodeada de otras personas que, al igual que yo hoy, se encuentran empleadas por ustedes, representándolos, trabajando por y para ustedes, cumpliendo horarios y tareas.  He hablado con gerentes (otros empleados más, puestos y quitados por ustedes a voluntad o a pulso de que no aumentan las ventas), con directivos, y en unas pocas ocasiones directamente con ustedes.

No tengo tantos años como "debería" tener para poder sentar una voz de protesta.  No tengo tampoco tantos años "laborales" como empleada como "debería" tener para que me respaldaran.  Sin embargo, lo que sí tengo, y lo que no me sobra para nada, es mi pensamiento, mío, propio.  Pero sobre todo, diferente.

Ojalá entendieran, señores empleadores, que tener a un grupo de gente subcontratada (no porque no esté bien contratada, sino porque no está contratada bajo las condiciones que debería), mal remunerada y bastante insatisfecha cumpliendo horas nalga (oops! se supone que no debí haber dicho eso, ¿cierto?) no es el "deber ser" de una empresa.

Ojalá entendieran que las horas nalga (lo siento) solamente hacen que ustedes aumenten sus gastos de operación, disminuyan sus horas productivas y acaben, poco a poco, con lo más preciado que tenemos todos: el tiempo de vida.

Estoy aquí, 2.50 p.m., cumpliendo horas nalga y escribiendo en mi computador (relativamente nuevo, afortunadamente) y con la cara más seria que tengo.  Mis compañeros de oficina creen que estoy trabajando, porque solamente se escuchan mis dedos sobre el teclado.  Mi jefe, su gerente, un empleado más, como yo (a excepción únicamente del sueldo que se pone mensualmente), está en su oficina haciéndonos creer a todos lo que yo le estoy haciendo creer a los demás.

Hablaré por mi misma, porque sería un abuso de confianza con mis compañeros utilizar mis palabras para "defenderlos" o representarlos.  Yo, en lo personal, no trabajo por el dinero.  O bueno, sí, todos trabajamos por el dinero; pero esa no es mi principal motivación, y, como psicóloga, he estudiado y evidenciado en muchas ocasiones que el dinero tampoco es la principal motivación de muchísimas personas.

Yo, a término personal, trabajo porque me gusta.  Afortunadamente, y por eso solamente hablo por mi, puedo darme el lujo de renunciar y no pasará nada de mayor importancia en mi vida.  No tengo la necesidad de "cuidar" celosamente mi "puestico", ni de pasarle mi lengua a los zapatos del gerente y desvivirme en adulaciones para que me "quiera".

Soy una trabajadora excelente; pero soy una pésima empleada.  Si ustedes, empleadores, fueran más flexibles con nosotros, sus empleados, no solamente reducirían costos operativos, sino que muy seguramente también aumentarían sus niveles de productividad.

Miremos mi caso.  Tengo un puesto de "coordinadora" porque pedí un sueldo mayor al que me ofrecieron, equivalente a un "analista".  Aún así, no me dieron completo lo que pedía.  Entré a trabajar porque estaba aburrida de estar en mi casa y quería hacer algo con mi tiempo "libre", mientras me gradúo.  Llego, y me encuentro con un puesto desactualizado, un departamento de RR.HH. inexistente (que ni me hicieron pruebas de sangre para ingresar ni me hicieron inducción), un departamento comercial en constante ebullición y una sobrecarga laboral casi excesiva en mis compañeros de trabajo.

Sin embargo, aquí estoy yo, haciendo esta carta para no dormirme sobre el teclado.  Mi puesto, aunque de "coordinadora", no equivale siquiera a un puesto de "secretaria".  Mis funciones, mal diseñadas (¿están acaso diseñadas?) se limitan a hacer llamadas, conseguir citas y llevar un par de indicadores que no tienen ningún impacto en nuestro trabajo diario.  Es un trabajo que hago una vez al mes, o que hago todos los lunes de 8.00 a 9.00 a.m.

Señor empleador, el resto de la semana no tengo nada que hacer.  Absolutamente nada.  La gente no contesta, o me dicen que los llame en quince días.  ¿Qué hago, mientras?  No me deja irme para mi casa, tengo que pedir permiso de máximo 3 horas para ir al médico, y encima, todos los días me aguanto un viaje de 1 hora de venida y 1 hora y media de vuelta hacia mi casa, en dos buses intermunicipales por trayecto (¡ya quisiera yo que fueran rutas contratadas por la empresa!).

Al contrario de mi caso, mis compañeros de trabajo llegan antes de la hora de entrada y se van mucho después.  No puedo ayudarlos porque sus labores son "confidenciales" o manejan "datos críticos".  No puedo hacer mucho por ellos porque ellos sí están "cuidando" su "puestico" y si se sienten menos cargados sienten que son dispensables.  Lo que no saben es que aún cargados, lo son.

Señor empleador, estoy desmotivada.  No sé si alcanza a entender que no hay nada peor que una persona excelente cuando se desmotiva.  Nunca había sido tan mediocre en mi vida.  Jamás había dejado pasar detalles en mi trabajo.  Primera vez que me interesa realmente poco lo que dice el gerente, porque cuando habla me parece que carece de iniciativa, de voz, de fuerza, de visión, de poder de decisión.  Es solamente un empleado más, y no le debo más respeto que el que se merece ya por ser persona, como yo.

Tengo que traer mi mouse de mi casa.  Tengo que coger dos buses.  Tengo que quedarme sentada mirando lejos. Tengo que traer mi almuerzo.  Y encima, tengo que hacer unas pocas tareas, simples pero desmotivantes.  Creo que es la primera vez que hago algo con tan pocas ganas.  Debe saber que yo no soy así.  Que respondo a lo que recibo, y de parte de ustedes no he recibido mucho así que no tengo mucho por dar.

Anoche, hablando con mi padre, él decía "estos empleados que quieren ganar millones y no hacen ni para el centavo", y trístemente me encontré identificada con esa frase.  Me molesta la mediocridad, me perturba que no esté dando lo mejor de mi; pero al mismo tiempo no me importa.  ¿Por qué? Porque pienso que si doy lo mejor de mi, al nivel al que suelo darlo (ganándome millones y no centavos, como dice el dicho), ustedes seguirán pensando que ese trabajo esforzado, demorado y de calidad, vale esos tres pesos.  Y no.

I won't raise the bar any higher, because you won't be able to jump over it.

Si hago lo que tengo en mente hacer, por lo que me están pagando, señores empleadores, no solamente estaré siendo infiel a mis principios, sino que estaré dañando el mercado.  Sin embargo, he hecho unas cosas que deberían ser fundamentales no sólo en mi cargo sino para su empresa, y que hasta ahora ni siquiera habían contemplado hacer.  Pero además de lo que ya dije, la principal razón de todas es que, como tienen aquí un desorden administrativo tal, todo lo que haga se quedará en papel y pecará por falta de implementación.

¿Y sabe qué, señor empleador? Me rehúso.
Y estoy segura que también se rehúsa mucha gente.

¿Sabe qué gana con eso? Podrá contestarme que "Ahorrar costos de nómina", o "Ampliar horarios de trabajo".  No.  Lo que va a hacer es a generar empleados cero comprometidos. Empleados que por dos pesitos más que los pocos que usted paga, lo dejan solo.  Empleados que estarán constantemente buscando nuevas ofertas y oportunidades, que a la primera lo dejarán tirado, y que además, se llevarán todo el conocimiento consigo.... porque para qué escribirlo, si no será usado.

Craso error. Pero bueno, no es mi empresa. Y no es mi labor, como empleada, decirle todas estas cosas.  Así como tampoco es su labor, como empleador, escucharme.

Por eso escribo aquí, al aire, a los otros empleados que probablemente se identifiquen conmigo.  A todos aquellos que buscan nuevos aires, otras tierras, otras gentes.  A esos que saben que valen más, que pueden más, que merecen más.  Y a los empleadores que sí lo hacen bien, que saben que su activo más valioso es la gente, y que mantienen a sus equipos con sonrisas en sus rostros, porque un empleado feliz no es un empleado inefectivo, sino todo lo contrario. Y porque saben que un jefe amargado y que inspira miedo no es un buen jefe, sino al revés.

Atrévase, señor empleador, a darle más a su gente.  Porque la gente es lo que hace los números, esos que usted cree, erróneamente, que son los que hacen a su empresa.  Ponga las prioridades en orden, y ya verá.

Y con esto me despido, que ya son las 3.10 y voy a darme una vuelta por sus instalaciones, a ver qué me invento para espera a que suene el timbre de la salida.  Ah, porque además de todo, nos tiene como niños de colegio: timbre a la entrada, timbre al recreo (qué digo, al almuerzo), timbre a la salida.

Y así, nos cita su empleado mayor, el gerente, a "comités de gerencia" semanales en donde dice "sí" a todo, en donde se llena la boca diciendo "hay que hacer" semana tras semana, sin realmente hacer nada nunca.

Hasta pronto señor empleador, sepa que apenas consiga algo mejor, o apenas me aburra otro poquito más (que falta realmente poco), lo dejaré solo, así como estaba antes.  Y gastará más, porque así como es más caro conseguir un cliente nuevo que mantener contento a uno existente, es también más caro conseguir gente nueva que mantener contento al equipo de trabajo.

No espero que me escuche, pero he hablado.

Me despido de usted(es) muy respetuosamente, cumpliendo con mi deber personal, el decir las cosas que no me parecen (aunque nadie me escuche).

Saludos cordiales,

Atenea.

Pd: Ya son las 3.20 p.m. Que se me va el tiempo en lo que reviso que todo haya quedado claramente dicho.

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