¿Libertad?


posted by Athenea

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Los que me conocen dicen que soy animalista.  Ese es un término que usamos en Twitter para definir entre comillas a las personas amantes de los animales, las que los queremos y los consentimos y los cuidamos y luchamos por ellos y su bienestar.

Ahora estando en el centro de la ciudad, me he encontrado mucho con pajaritos que cantan preciosísimo, encerrados todo el día en una jaula minúscula para su tamaño, en donde no pueden casi ni brincar de un lado a otro porque no tienen para donde.

Me he encontrado con perritos y perritas de ojos dulces, que te miran mientras comes o tomas agua en espera de que te compadezcas de ellos y les compartas algo.  Los he visto tomar el agua sucia de pescado, llantas de carro, lluvia y zapatos de todas partes, esos charquitos que quedan entre los miles de huecos de las calles de allá.

Me he encontrado con gatos bebés y gatos más grandecitos, flacuchentos y muertos de miedo porque los alzan por la cola o por una oreja. Una oreja, todo el gato.  Se acercan y maúllan, con un sonido que al menos a mí me conmueve el alma, y me miran con cara de física hambre.

Me ha tocado resistirme a darles comida o agua, porque no tengo dónde o cómo o qué darles.  No tengo encima un tazón en donde ponerles alguito, y aún si tuviese, no hay espacio para que coman o beban tranquilos ni por un instante.  Viven corriendo, casi literalmente, entre el mundo de la gente en ebullición y los carros que no se detienen ante nadie ni ante nada.   Viven empujados, arrastrados, menospreciados.  La gente les pasa por encima, les pega sin intención o con intención, los empuja, los pisa.  El ruido no los deja dormir, los carros no los dejan cruzar, las carretillas les pisan las patitas y luego no pueden caminar. Es triste verlo.

Hablando con el dueño de uno de los pajaritos, le preguntaba que por qué no le conseguía una jaula algo más grande, si lo iba a tener encerrado toda su vida, porque en la que estaba no podía ni estirar las alitas.   Me contestó que para qué el pajarito necesitaba estirar las alas, si lo único que tenía que hacer era cantar.  Él no tenía que volar porque no tenía que ir a buscar comida, ni hacer un nido, ni buscar pareja.  Él no tenía que volar porque no tenía que buscar agua, o evitar gavilanes, ni empollar huevos.

Me dijo que si a él lo metían en una jaula así de pequeña, pero garantizándole el agua y la comida, sería feliz.  Me quedé mirándolo con cara de incredulidad, dudando con toda certeza de lo que acababa de decir.  Pero luego, pensé que nuestra vida en esta vida, valga la redundancia, es como la vida de ese pequeño pájaro en una jaula aún más pequeña.

Estamos enjaulados en nuestras ciudades de cemento, no solemos ir más allá de donde finalizan las carreteras.  Estamos enjaulados en nuestros mundos virtuales, contándole a desconocidos en Twitter cómo nos sentimos, mintiéndole a los conocidos en Facebook sobre nuestra realidad, exagerando nuestros potenciales en LinkedIn, y sin ser capaces de alzar la cabeza de nuestro Blackberry inclusive cuando estamos reunidos con amigos o familiares.

Estamos enjaulados en los parámetros de la sociedad, esos que dicen que puedes o debes hacer tal o cual cosa.  Que se ve bien que vistas o hables de tal forma, que se ve mal que vayas por el mundo haciendo lo que te da la gana.

Estamos enjaulados incluso en nuestros países, porque al menos para los colombianos salir del país implica pedir permiso y demostrar que uno no tiene ni media razón ni medio pensamiento para quedarse allá.  Porque para ellos -y para nosotros, a quién engañamos- nuestro país es poca cosa.

Estamos enjaulados en nuestros paradigmas y modelos de pensamiento, en nuestras experiencias pasadas y en nuestra historia familiar.  Estamos enjaulados en un paréntesis de vida, enmarcado entre la no existencia y la muerte.  Estamos enjaulados en un planeta completo, precioso, hermoso y autosostenible; pero enjaulados en un universo desierto.

No, no es negativismo.  Es que si tuviéramos la necesidad imperativa de hacer algo por nuestras mentes para no darnos cuenta que estamos enjaulados, seguramente nos inventaríamos una sociedad como la que ya tenemos, con guerras como las que ya tuvimos, con ideales como los que aspiramos tener.

Porque incluso, seguramente si le dieran a escoger al pajarito entre estar toda su vida enjaulado sin hacer nada pero teniendo agua y comida, o estar en una jaula más grande pero luchando el agua y la comida, seguro seguro y por mero funcionamiento y salubridad de la psiquis, escogería salir a lucharla.

¿Quién nos dice a nosotros que no estamos peor que el pajarito?  ¿Que no nos enjaulamos nosotros mismos bajo normas sociales y fartedades por el estilo?

Es solamente una mera ilusión de libertad.

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