Jueves, 17 de noviembre de 2011
10.37 p.m.
En pijama, mirando lejos,
habiendo pasado todo el día viendo series en internet y con la red del celular
dañada. Pues para lo que importa, porque además de mi mejor amigo y mis papás,
nadie me llama. Ni me escribe. Escriben los
del grupo de la familia y los de la maestría, fregando todo el día por
tonterías.
26 años. A casi mitad de mi
maestría, ya casi se acaba el primer semestre de la misma. Aún no sé si me vaya a valer por 60 créditos
o sólo 30 más los 30 de la especialización, pero what the hell… a mí lo que me
interesa realmente es el título, y ese lo voy a tener a final de cuentas.
Right?
¿Y yo?
¿Qué quiero yo, qué busco?
Estoy en las mismas de hace mucho
tiempo.
Sin empleo fijo, sin dinero en la
cuenta, debiendo además los millones de la maestría que me prestó mi papá. Apenas ahorita voy a recibir la segunda parte
del dinero y pagaré una parte. ¿Y el resto qué?
Para cuando los tenga. Que así como vamos puede no ser jamás.
Me la paso todo el día haciendo
nada, mirando lejos, viendo series por internet, esperando a hablar con mi
mejor amigo. Y ya.
De vez en cuando hago alguna
vuelta en algún banco, recibo alguna llamada de algún proceso de selección que
tiene tan buena pinta como mis ex novios y que igual que ellos, no terminan en
nada ni me llevan a ninguna parte.
Sinceramente, estoy aburrida.
A b u r r i d a
De lo mismo, de estar aquí, de no
hacer nada. De intentar rasguñar la
superficie de la vida y no obtener nada a cambio. Aburrida de creer y creer y
creer en la gente, en las cosas, en la existencia y aún así seguir en las
mismas, igual, obteniendo lo mismo, sin cambiar nada.
Cuando estaba sin empleo y
soltera –as I am now- pensaba que sería feliz cuando tuviera alguna de las dos
cosas. Luego tuve trabajo y aprendí
mucho pero me aburrí pronto. Luego tuve
novio y aprendí mucho y me aburrí enseguida.
Pero ambos los mantuve, al novio más que al trabajo, y ambos me dejaron
con un mal sabor de boca.
Ahora estoy de nuevo igual, y lo
único que más o menos me mantiene de decir que este año ha sido un desperdicio
de tiempo y de vida, como los dos anteriores a este, es la maestría. La maestría. Y el tiempo se está pasando
demasiado rápido, y no estoy haciendo amigos lo suficientemente rápido, y la
verdad es que quiero hacer algo al respecto pero no sé ni qué, ni cómo ni por
qué. A veces ni ganas me dan.
He intentado un par de veces el
salir, enfrentar la vida con otra cara, con una sonrisa, con otra actitud,
siendo más “positiva”. Qué se yo, vainas
así. Pero no. Nada cambia, todo sigue igual, es lo mismo
siempre. Las mismas cosas, la misma gente, el mismo sitio. Todo.
¿Qué quiero?
Quiero un trabajo estable. Pero uno
en el que me paguen realmente bien, en el que pueda viajar, conocer gente
interesante, hacer algo divertido, que sea un reto para mí, en donde sea
reconocida por mi trabajo, en donde pueda ascender, en donde lo que haga tenga
trascendencia y no sea un mero trabajo mecánico que cualquier otro imbécil
sobre el universo pudiese hacer, y que igual no pasa nada si no se hace.
Quiero mi pareja. No quiero un
novio que se vaya al tanto tiempo, que me reemplace o me deje por otra, que me
compare, que me cambie. Quiero alguien
con quien por fin me entienda, con quien no tenga necesidad de dejar de ser yo
misma, que me quiera por lo linda que soy y por lo mierda que puedo llegar a
ser. Que me festeje la vida y que me
llore mis tristezas, que me apoye en mis flaquezas aunque no lo deje y que me
haga porras. Que no me haga ponerme una
máscara, que no me haga encerrarme, que se pasee por mi castillo como el rey
que quiero que sea. Quiero que se case
conmigo, que no me deje, que me acompañe, que camine a mi lado, que me tenga
fe, que me impulse, que me anime, que sea el padre de mis hijos, que ore
conmigo, que baile, que no me deje. Que si
me va a dejar ni se moleste en mirarme. Que no me joda la vida ni me haga
perder más tiempo del que me sobra, pero del que ya no tengo casi.
Quiero mi casa. Mi casa física
mía, para mí, en donde yo pueda ser yo, tirarme en el balcón o en la terraza o
en la azotea a mirar lejos, a ver las estrellas, a hablar con Dios y hacerle
preguntas tontas de esas que suelo hacer.
Quiero que nadie me moleste, que no tenga que pedir permiso, que la vida
me deje ser.
Quiero mi espacio, quiero mi
vida, quiero sentir que sirvo para algo, que no soy solamente un alma más en un
mundo de más de 7 billones de almas. Quiero sentir que valgo la pena, que tengo
un propósito, que no soy solamente una más del montón. Que mi vida tenga un sentido, que no sea sólo
trabajar y hacer lo que la sociedad dicte, sino que tenga trascendencia.
Esa es la palabra: trascendencia.
Trascender, no solamente para los
que uno suele trascender en el mundo (familia), sino trascender para cosas más
grandes, para más personas, para algo más alto, más profundo, más amplio.
Trascender más allá de lo que soy
ahora, aprovechar todo el potencial que sé que hay en mí pero que no veo y en
el que a duras penas creo, y hacer algo bueno y positivo para y por algo más
grande que yo. Eso es lo que quiero.
Ser alguien en la vida, pero no
alguien típico, con plata y carros y casas y cosas. Pues sí, pero con algo, con
mucho más. Quiero ser alguien
importante, pero no importante con fama y reconocimiento, sino importante de
verdad. Importante de que importa, no de
que es famoso por un ratito. Importante de que aporta.
Aportante.
Quiero ser más de lo que he sido,
más de lo que soy, y más de lo que seguramente seré. Quiero llegar lejos, pero no lejos
físicamente o en distancias en kilómetros. Bueno, sí, quiero viajar y recorrer
y conocer el mundo; pero quiero llegar lejos.
Lejos como aquel que llega profundo en muchos corazones, que deja una
huella y que hace una diferencia. Lejos como
quien raises the bar, como quien places a higher standard, como quien hace que
algo suceda, algo sencillo, algo mágico, algo lindo. Lejos como eso.
Quiero volar. No como quien se
tira de paracaídas, bueno eso también, sino como quien abre sus alas y abarca
mucha distancia en un corto trayecto. Como
quien puede llegar a donde nadie más ha llegado, a donde nadie más ha ido, o a
donde es difícil llegar.
Quiero aportar, ser alguien,
tener significado, que mi vida tenga un sentido y que no sea la típica vida
normal, la de las otras 7 billones de personas.
Quiero que mi vida tenga valor, que no sea solamente importante para mis
papás, mis hermanos, mi familia extendida y mis mejores amigos. No.
Quiero ser más. Más que mí
misma. Dejar huella, sentar un
precedente.
No sé cómo. No sé ni si quiera
qué es lo que quiero, o en qué. No sé
qué me gusta, me gustan tantas cosas que es indefinido. No tengo un hobby, no hay nada a lo que me
dedique, no tengo muchos amigos, no soy muy cercana a mi familia. No sé qué busco ni cómo hacerlo, pero siento
que en mí hay mucho para dar, demasiadas cosas encerradas y escondidas, y que
hay tanta gente con quien pudiera compartirlas, pero tan pocas personas que
realmente lo valorarían.
No sé qué tengo, no sé qué hay
escondido, la verdad es que son pocas las veces en que me he asomado con
valentía y he visto algo. Pero hay. Hay algo
ahí.
Y no tengo a quién darlo. No tengo
con quién compartirlo. No tengo por qué dejarlo salir.
Muy en el fondo de mi corazón yo “sé”
algunas cosas. Sabía que mi mejor amigo
se iba a casar, y se casó. Sabía cuál
era el número de una lotería, y sabía que si lo compraba yo cambiaría, y no lo
compré, y cayó. He sabido cosas por el
estilo.
Y muy en el fondo, y me duele
full, sé que por alguna razón en el universo nunca me he visto con nadie frente
a un altar. Es que ni sola me he visto. Nunca me he visto casada, ni casándome, ni
siquiera con los planes. Nunca me he
visto embarazada, nunca me he visto siendo mamá o esposa, nunca me he visto
siendo abuela. Siempre me he visto sola,
en una casa cómoda, a oscuras, con todas las comodidades pero igual que ahora:
sola. Y wasted. And I don’t mean drunk.
Por alguna razón será, no lo
sé. No es que me haya dado por vencida,
no es que no crea en el amor –I kinda don’t anymore- no es que no crea que hay
alguien por ahí, en medio de las 7 billones de almas, buscándome. No es que no lo crea. No lo creo. Es que
sencillamente, lo “sé”.
Es como si antes de llegar me
hubieran dado un tesoro, y lo hubieran guardado tan pero tan bien, que hicieran
que se me olvidara el camino. O sencillamente,
es algo que de lo valioso no merece ser encontrado. O qué sé yo.
Quiero, quiero muchas cosas. Las mismas que quiero desde hace muchos
años. Me da rabia sentirme igual que
hace tanto tiempo, con las mismas cosas, las mismas cargas, los mismos
pensamientos. Pensar que ha pasado tanto
en mi vida pero que no ha pasado nada. Que
la gente ha entrado y ha salido, y se han quedado solamente algunos, y que
quizá eventualmente saldrán también. Que
he hecho de todo, que tengo títulos y títulos y estoy más estudiada que el
cáncer y más preparada que un yogurt pero que no sirvo para nada. Como un yogurt vencido. Así.
Que me puedo sentar un día, abrir
la cajita en donde tengo las cartas y cosas, y mirar y recordar todos los que
han pasado por mi vida. Sentirme puta, y
sentirme muchas cosas, y aún así no haber sido nunca suficiente para
nadie. Mirar las cartas, las tarjetas,
las maricadas, los detalles y pensar y sentir que por todos en algún momento di
gracias, que todos en algún momento fueron mi gran y único y último amor, que
por todos en algún momento sentí más que antes, que por todos en algún momento
lloré, que a todos en algún momento los odié, y que con ninguno mantengo
contacto ahora. Personas que un día lo
fueron todo, hoy son menos que nada.
¿Y qué pasó? No pasó nada. Nada. Mi
vida, quien soy hoy, lo que siento, lo que pienso, igual. Como si nunca hubieran estado, no han dejado
más huella que lo que hoy tengo para recordar en la cajita. No hicieron más, no fueron más, no,
nada. Más o menos enseñanzas, más o
menos alegrías, más o menos tristezas, más o menos experiencias; pero al final
no pasa nada. Nada. De nada.
Y no quiero más de eso. No quiero otro más en la lista, no quiero
seguir sintiéndome puta, no quiero seguir sintiéndome que soy demasiado buena y
aún así no soy suficiente. Que en
cualquier otra situación, en el otro lado de la moneda, a mí siempre me dejaron
por alguien mejor que yo, o más que yo, o más suficiente que yo, o cómo se
diga. Y que no, yo no, no soy
suficiente. Para nada. Para ninguno.
Siento que estoy hecha para tanto
y a la vez para nada. No siento que
encaje en lo que es la sociedad de hoy, lo que yo quiero y pienso y siento no
se ve apoyado o reflejado o whatever con lo que la sociedad impone. Quiero un trabajo porque necesito plata, no
porque quiera pasarme todas mis horas de sol frente a una pantalla. Igual lo
hago, sentada en mi casa viendo series por internet, pero lo hago para mí,
porque quiero, porque estoy aburrida.
No quiero pasarme toda la vida
siendo la empleada del servicio de un hombre y de unos niños, pero quiero una familia,
quiero un esposo, quiero hijos que me llamen mamá, que me hagan llorar en las
cosas de sus colegios, que me hagan sentirme orgullosa con sus logros, cuando
lleguen más lejos de lo que yo llegué.
No sé qué quiero. No sé qué tengo para dar. Sé que quiero algo lindo, algo estable, pero
algo diferente.
Sé que tengo mucho para
dar, y sé que está escondido. Y sé que estoy aburrida. Y sé que no quiero
seguir así.
Me siento desperdiciada. Desperdiciando mi vida, la oportunidad de
vivir. Desperdiciando mi tiempo,
desperdiciando mi batería, mi biología perfecta, mi inteligencia. Desperdiciando lo que quién sabe cuántas
almas están esperando por ser quién sabe en qué lugar, y que yo puedo ser y que
no sé cómo serlo.
Debería ir a un psicólogo. A ver si al menos duermo tranquila, porque de
tanto tiempo libre no me queda tiempo para nada, ni siquiera para descansar
cuando duermo.
¿Y yo?
Aquí, en las mismas, escribiendo
a escondidas, pensando en si publicarlo, pensando en quién se leerá esta
carreta, pensando en si dejarlo guardado por si me muero pronto, pensando en
qué pensará el que alguna vez lea esto, pensando en si lo volveré a leer yo.
Igual. Como siempre. En las
mismas.
That’s just me.
11.18 p.m.